Sin destino

Cuando atravesé la puerta me imaginé muchas cosas. La vi tumbada en la cama jugando con su pelo negro. Me sentí como un soldado en guerra listo para la batalla con el corazón muy ligero. En ese momento mi cuerpo se llenó de adrenalina y las venas comenzaron a brotar cuando ella se llevó su frágil dedo a la boca. Seguramente podría sentir los latidos de mi corazón a kilómetros de distancia si fuera necesario. Sabía que estaba muy excitado y eso la hacía sentir muy cómoda. Su lengua se movía sobre sus labios como si estuviera saboreando un helado y eso me causaba un terror psicológico porque sabía a qué me iba a enfrentar.

No era una adolescente, pero se mantenía mejor que algunas de ellas. Su hermoso y frágil cuerpo delgado dejaba un aroma cautivador que llenaba la pequeña habitación. Me acerqué con mucha delicadeza a su piel morena y eso me dio un poco de confianza al saber que ella también sentía lo mismo que yo. Sus brillantes ojos verdes se enlazaron con mi alma. Eran tan hermosos que podía perderme bajo su naturaleza femenina. Me pregunté cuánto tiempo habría tardado Dios en crear esa belleza. Su perfil perfecto flaqueaba cada vez más como el de una adolescente que finge no estar asustada por su primera aventura. La mujer sabía que estaba a punto de perderse entre mis brazos. Estaba a punto de experimentar las caricias de un joven de 18 años por primera vez.

Pasé mi mano lentamente por su vientre hasta llegar a su punto débil. Allí comencé a tocar y su cuerpo compensó el temblor de sus músculos. Era todo tan escandalosamente excitante. Luego recorrí ambos pechos. Jugaba con ellos. Los apretaba con tanta fuerza que los gemidos eran cada vez más fuertes. Y de repente ocurrió lo que cualquier primerizo desea. La guapa se subió a mi cuerpo. No tardó ni cinco segundos y mis ojos querían salirse de su sitio con cada movimiento. Era realmente inexplicable. Era lo más rico que Dios había creado para el ser humano. Lo estaba disfrutando tanto como ella y de repente, su cuerpo cayó muy rápido sobre el mío.

Todo se congeló y sentí el hombro caliente. Pregunté:

—Amiga, ¿qué pasó? —Pero no contestó.

Llevé la mano a la cabeza y también estaba muy caliente. La miré y me asusté. Era sangre lo que estaba experimentando. Me levanté muy asustado mirando a mi alrededor cuando me di cuenta de su cara. La mitad de su rostro había desaparecido. Corrí a la ventana y la revisé. No tenía ni un rasguño. Me llevé las manos a la cabeza y la sacudí hacia ambos lados. Estaba seguro de que en ese momento me encontraba desconectado de la realidad. No sabía lo que estaba pasando en esa habitación. Me abofeteaba a menudo. Me endosé las uñas por todos los brazos, incluso en la cara para ver si era una pesadilla, pero no, todo era tan real como el cuerpo de la mujer ensangrentada.

No sabía qué hacer. Si llamaba la policía seguramente me acusarían de asesinato. Caminé de un lugar a otro buscando una solución, pero la muy degenerada no aparecía. Así que me senté en un rincón a llorar esperando que mi queridísimo cerebro funcionara al cien por cien. En eso el muy cínico comenzó a mostrarme mi futuro en la cárcel. Me negué mil veces a esa imagen, pero era imposible ya que allí me atormentaba como un asesino. Vi como los presos se lanzaban sobre mi cuerpo flaco. Podía sentir sus afilados cuchillos entrando en mi estómago. Cómo me atravesaban la garganta y de nuevo me negué a ese sufrimiento.

Empecé a llamar a mis padres por teléfono, pero nadie respondió. Ya me sentía sin oxígeno. Así que me levanté sofocado y corrí hacia la puerta, pero todo fue inútil. La puerta había desaparecido como el cadáver de la mujer. No pude aguantar más y lo único que me quedaba era escapar por la ventana y ser libre, aunque fuera un fugitivo de la justicia americana. Varios minutos después, el apartamento se llenó de policías. Mi madre y padre no podían creer lo ocurrido. La sangre de su hijo habitaba toda la cama. Él mismo se había suicidado liberándose por la ventana al ser atormentado por una mujer que sólo existía en su mente.




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