Pasé mi mano lentamente por su vientre hasta llegar a su punto débil. Allí comencé a tocar y su cuerpo compensó el temblor de sus músculos. Era todo tan escandalosamente excitante. Luego recorrí ambos pechos. Jugaba con ellos. Los apretaba con tanta fuerza que los gemidos eran cada vez más fuertes. Y de repente ocurrió lo que cualquier primerizo desea. La guapa se subió a mi cuerpo. No tardó ni cinco segundos y mis ojos querían salirse de su sitio con cada movimiento. Era realmente inexplicable. Era lo más rico que Dios había creado para el ser humano. Lo estaba disfrutando tanto como ella y de repente, su cuerpo cayó muy rápido sobre el mío.
Todo se congeló y sentí el hombro caliente. Pregunté:
—Amiga, ¿qué pasó? —Pero no contestó.
Llevé la mano a la cabeza y también estaba muy caliente. La miré y me asusté. Era sangre lo que estaba experimentando. Me levanté muy asustado mirando a mi alrededor cuando me di cuenta de su cara. La mitad de su rostro había desaparecido. Corrí a la ventana y la revisé. No tenía ni un rasguño. Me llevé las manos a la cabeza y la sacudí hacia ambos lados. Estaba seguro de que en ese momento me encontraba desconectado de la realidad. No sabía lo que estaba pasando en esa habitación. Me abofeteaba a menudo. Me endosé las uñas por todos los brazos, incluso en la cara para ver si era una pesadilla, pero no, todo era tan real como el cuerpo de la mujer ensangrentada.
Empecé a llamar a mis padres por teléfono, pero nadie respondió. Ya me sentía sin oxígeno. Así que me levanté sofocado y corrí hacia la puerta, pero todo fue inútil. La puerta había desaparecido como el cadáver de la mujer. No pude aguantar más y lo único que me quedaba era escapar por la ventana y ser libre, aunque fuera un fugitivo de la justicia americana. Varios minutos después, el apartamento se llenó de policías. Mi madre y padre no podían creer lo ocurrido. La sangre de su hijo habitaba toda la cama. Él mismo se había suicidado liberándose por la ventana al ser atormentado por una mujer que sólo existía en su mente.
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